Laguna La Huacachina
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La laguna de La Huacachina sigue abandonada a su suerte

¿TRISTE OASIS? La basura, la falta de cuidado, la presencia de ambulantes y el olvido de las autoridades se han unido para hacer de La Huacachina un ejemplo de abandono y desgobierno. (Foto: Eduardo Ramírez)

Ica. Llegar a la plácida ciudad iqueña es solazarse en sus blancas y tibias arenas y encontrarse con su sol eterno. Ica es también el Señor de Luren, la virgen de Yauca, la vendimia y cada una de sus costumbres que forman parte de su rica historia. Pero, mencionar Ica es también evocar la famosa Laguna de La Huacachina, conocida por sus beneficiosas aguas, otrora límpidas y medicinales.

Esta hermosa fuente de agua es el regalo de la naturaleza que quiso darle frescor a los calurosos días iqueños. Llegar a ella. Una vía asfaltada rodeada de centenarios ficus, frondosas acacias y milenarios guarangos que victoriosos brotan del sofocante arenal, conducen al viajero que ansioso comienza a admirar el vergel vencedor del desierto.

Decepción y desencanto

Pero, pronto, esa admiración se convierte en decepción y desencanto cuando el visitante comienza a comprobar el progresivo deterioro del balneario.

Pasear por este paradisíaco lugar es encontrarse a cada paso con una lenta y desesperante destrucción. A la pérdida progresiva e inexorable de sus palmeras, se suma la suciedad extrema que presenta la orilla y las dunas que rodean la laguna. Desde botellas descartables y envolturas, hasta restos de comida, desmontes y arbustos secos son la clara muestra de este censurable descuido y abandono.

Este triste panorama sin embargo no concluye allí. El hermoso malecón que rodea la fuente de agua es el fiel reflejo no solamente del paso del tiempo, sino, sobre todo, del reiterado descuido en que han incurrido las distintas administraciones ediles en los últimos 20 años.

Barandas destruidas, escaleras rotas, con escalones y peldaños que se caen por pedazos constituyen un grave riesgo para la seguridad de los numerosos visitantes. El conjunto de vestidores, que alguna vez fueron limpios y seguros, permanece cerrados y algunos, no son más que letrinas malolientes y depósitos de basura.

Visitantes desaprensivos

La laguna, tesoro ecológico, orgullo, años atrás, de la ciudad, luce sucia y agredida permanentemente por algunos visitantes desaprensivos que arrojan en sus aguas toda clase de desperdicios que la degradan aun más.

El típico color verde esmeralda de sus aguas, que alguna vez fueran medicinales, muestra un oscurecimiento progresivo. En la última década se estima que el nivel bajó alrededor de 50 centímetros debido a problemas que se presentan esporádicamente durante su abastecimiento artificial.

Este hermoso rincón iqueño, afirma sin embargo el ecologista Félix Quinteroz Ferreyra, puede comenzar a ser rehabilitado y recobrar el atractivo del pasado cuando no sólo era grato recorrer sus verdes contornos, trepar sus ondulantes dunas y solazarse en sus arenas, sino darse un reconfortante chapuzón en sus refrescantes aguas.

"El Comercio, Perú"

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