Se encuentra en Cañete y está abandonado a su
suerte. Se trata del complejo de Incahuasi, que fue construido por el inca
Pachacútec. Su protección ahora depende de las autoridades
Cañete. Camino al valle de Lunahuaná -antiguo
reino de los runahuanac- se ubica, abandonado literalmente a su suerte, el
complejo arqueológico de Incahuasi (casa del inca), asentamiento pétreo
mandado a construir, según los cronistas hispanos, por Pachacútec, uno
de los monarcas incas que más influyeron en el desarrollo y crecimiento
del Tahuantinsuyo.
El inca fijó aquí estratégicamente su centro
militar, político y administrativo para dirigir los planes expansionistas
y de dominio de los diferentes curacazgos que se desarrollaban en los
fecundos valles de Cañete, Chincha y zonas aledañas.
"Esta fortaleza, a la altura del kilómetro 30
de la vía Cañete-Lunahuaná, era de uso temporal y recibía a las
fuerzas militares incas procedentes del Cusco que lograron dominar y
someter a una decena de reinos que poblaban estos valles y que sufrieron
la embestida de la invasión inca", relata el estudioso cañetano
Luciano Correa Pereyra.
"Estas campañas militares lindaron casi con
el exterminio de estos pueblos rebeldes y con el traslado de grandes núcleos
humanos a lugares alejados. Luego fueron reemplazadas por gente
proveniente principalmente de los reinos aymara y mochica, en aplicación
a la política de pacificación de las zonas conquistadas que diseñaron
los estrategas del imperio", anota.
"Las características de esta ciudadela
guardan similitud con la idea y desarrollo urbano que aplicaban los
arquitectos y urbanistas cusqueños. El material utilizado -refiere Correa
Pereira- fueron las piedras o lajas extraídas de los canchales (loma de
los contrafuertes andinos), que eran milimétricamente unidas con barro y
guano de animales con los que edificaron los muros".
"Incahuasi contaba con instalaciones para la
permanencia, mantenimiento y desplazamiento de importantes contingentes
militares y civiles, así como de viviendas o palacetes destinados al inca
e importantes dignatarios. Los aposentos de estos personajes se hallan en
la parte más alta de la fortaleza, coronada por una muralla de piedra de
cinco metros de alto, que protegía toda la edificación de las lluvias,
deslizamientos e inclusive terremotos", precisa Correa.
"El complejo -explica- tiene además una plaza
ceremonial donde se concentraban los servidores de la ciudadela en
festividades religiosas o cívicas".
Sobre la meseta que se forma al pie de la quebrada
San Agustín, que conduce a Topara (Chincha), los constructores incas
respetaron los accidentes geográficos. Además construyeron en el centro
muros de contención que, lamentablemente, han sido destruidos por un
grupo de ganaderos de la zona, quienes invadieron y derruyeron los
vestigios del área intangible y han improvisado vetustos corralones donde
crían reses, cabras y caballos.
No se ha determinado su zona
intangible
El paso del tiempo
también la destruye